3.31.2012

Wiri

Entonces fue cuando vimos a los barbajanes saliendo del desván, hicimos la vista gorda porque en realidad no teníamos ninguna prueba de que fueran barbajanes, quizá el hecho de que sólo uno de los cinco fuera un imberbe nubló nuestro juicio...

Seguimos entre calles en las que se colaba tenuemente la luz de las farolas entre las ramas y hojas de los árboles, las jacarandas adornaban el aroma que seguía nuestros pasos. El clima era ligeramente húmedo y más bien templado, la luz de la Luna destellaba batallas interminables contra las farolas, sonriente, rebosante, blanca...

Caminábamos como buscándonos aunque nuestras manos se entrelazaran al andar, llevábamos ritmos distintos pero sincronizados, sin rumbo pero con destino fijo, nos distrajimos bajo un árbol enorme del que no conocíamos el nombre así que, después de presentarnos, le llamamos Kiliot...

Kiliot nos deleitó con grades historias que precedían todo lo que podíamos ver, nos abrazó en su corteza y dejó respirar a la Luna haciéndose cargo de las farolas. Ensordeció con su silencio al rumor de la ciudad y cobijó con aromas dulces el rastro sutil del asfalto. Nos regaló una burbuja en la ilusión del tiempo...

Una eternidad después seguimos andando y caminando, deleitados, charlando en silencio, reviviendo cómo llegamos de los barbajanes a la tertulia con aquel sabio árbol. Sin darnos cuenta ya nos econtrábamos despojándonos de la ropa y cobijándonos en los brazos de Morfeo. Fluyendo con y entregados a la corriente en el calor carnal de la habitación que sabe a hogar...

Y ésta fue una de tantas noches, ni primera ni última, memorable, disfrutable, de ecuentro, de escape, nuestra...

1 comentario:

Cosimo dijo...

Es "imberbe".