2.26.2010

Ausente

El poder de la cama incómoda me atrapaba con tal fuerza que mis destellos de voluntad eran futiles ante su deseo destructivo, bajo este hechizo caminaba entre dos mundos a través de mis sentidos adormecidos. El despertar era violento y despiadado, el olor a encerrado y el sol penetrante aletargaban conciencia, sólo permitían reacciones físicas y dolorosas.

El cuerpo me respondía de manera fantasma, como si hubieran separado cada miembro de su raíz y estos se burlaran de mí postrados en la sonrisa de la cama. Mis ojos veían sombras de luz en un resplandor que cegaba toda idea.

Un sonido similar al que se escucha justo antes que el mosquito te despierte, taladraba con ese zumbido la lejanía del alivio. Esa vibración maléfica que obstruía cualquier susurro de esperanza contaminaba cada micra de mi entorno.

Mi mente aprisionada escapaba de los rincones de la consecuencia, se juraba que sólo era un mal sueño y que pronto acabaría. Estaba equivocada...