Todo comenzaba de una manera pacífica, Xeón se encontraba una vez mas colmándose de aquella vista tan espectacular que ofrecía el conjunto estelar 215. Ya hacía más de 6 lunas y 4 soles desde la última lluvia de estrellas, pero la energía pareciera jamás desvanecerse.
Por otro lado, Koshka no paraba de lamentar la negativa del Consejo Espacial Superior, sobre todo por aquella razón tan vaga: “el complejo Lugenia es inalcanzable, por lo tanto la moción será desacreditada…” ; lo más triste es que Koshka no puede refutar la decisión del Consejo Superior, puesto que la única manera en que podría comprobarlo sería con el visto bueno del Consejo, y los Cónsules afirman que mientras no se pueda comprobar lo contrario: Lugenia está considerada fuera de los límites autorizados y se prohibirá cualquier intento directo de alcanzar este planeta.
Xeón avanza con cautela, siendo tan importante, pasar desapercibido es una opción a considerar; lo inevitable: levanta una piedra del suelo, son 19 y el que posee menor armamento amenaza con granadas de vacío simultáneo; no necesita levantar la vista puesto que sabe por dónde empezar, golpea el suelo sucio y se funde entre el polvo y las sombras, los disparos no se hacen esperar, los estruendos evocan tormentas en la Luna Nueva, la piedra aparece de la nada y se incrusta en la boca del cañón antimateria, la explosión le reduce los enemigos a 4, - su mente cerrada los condena, pensaba Xeón mientras se dirigía al centro de la plaza- les permitía que lo vieran pero no por mucho tiempo, sólo lo suficiente para que lo pensaran acorralado; los Dminges seguían esperando el momento oportuno para atacar, mientras que Xeón ya continuaba su viaje hacia al Consejo Espacial Superior.
Koshka salía del Consejo al tiempo que Xeón entraba en él, sus miradas ni siquiera se cruzaron, ignorando por completo la historia que escribirían juntos; Koshka inundada en pensamientos lejanos de aquel lugar tan cercano a su corazón; se dirigía hacia su último recurso: un mito lejano, el Reaver. Él y sólo él podría ayudarla, esto por supuesto si fuera posible a estas alturas. Koshka sabía muy bien que las respuestas estaban en Lugenia, y que sin ellas la Guerra Cósmica sería inevitable. Al llegar al complejo estelar no encontró alma, pero un viejo Dajron le habló desde el fondo de su ser, no sintió miedo y fue a su encuentro emocionada, creyendo haber encontrado a su profeta. Su desilusión casi fue total puesto que él no era Reaver y por si esto fuera poco el original había muerto. La esperanza vivió con aquellas palabras del anciano: “si esperas, conocerás a su único discípulo, necesitarás de tiempo y paciencia; pero la recompensa será generosa”.
En el Consejo las cosas no se veían tan prometedoras. Xeón entraba a una cámara frente a Cónsules hostiles, - llegas tarde Gurú – decía un alterno, Xeón respondió con mucha calma “amigos suyos encontraron mi camino”. El Cónsul Nagrom distrajo con sutiles diligencias abusando de su lengua hábil, Xeón asintió y tomó su lugar; que pese a su ubicación inferior y centrada, resaltaba con un porte magistral. La sesión inició con un ambiente cerrado, el transcurso no fue diferente; -Me temo, Xeón, que el Emperador decidió negar el Proyecto, la eliminación de límites interestelares no se llevará a cabo-. Xeón sabía que la decisión del Emperador no residía en la consulta del Consejo, sino en la opinión de su hermano el Canciller Aluk; quien no conocía los beneficios del Proyecto, y se ocupaba por su posible ascenso al poder después de la aparentemente inevitable guerra.
Sabiendo Xeón que lo único razonable sería darse tiempo en el Consejo poniéndolos en su contra, pregunto: ¿Cómo servir a un emperador que no escucha lo que debería y se guía en un ciego que no ve porque no quiere? -No se puede, respondió Nagrom. Entonces yo ya no puedo servirles… Lamento que su posición como Cónsules les obligue a estar equivocados, y a favor de la decisión del Emperador.
Así con la presión de sus propias palabras Xeón volvía al conjunto estelar 215, se sorprendió al ver que el anciano no estaba solo y más aún al ver la energía que imanaba del espíritu de aquel visitante. Mi nombre es Koshka, ¿es usted discípulo del Reaver? Así es – respondió Xeón de una manera analítica-; necesito llegar a Lugenia ahí esta la respuesta que evitará la Guerra Cósmica. Llámame Xeón – respondió, algo intrigado por la visitante-. Muy bien Xeón, ayúdame por favor. Koshka -habló Xeón-, si consideramos sólo a las personas que ayudan; entonces toda persona es buena. Pero las personas no son buenas en este momento; entonces podemos sabernos solos.
Tu negativa será el fin de la paz –puntualizó Koshka-.
Supongamos Koshka, que te ayudo a llegar a Lugenia; no sabrás que hacer cuando estés ahí.
Entonces – replicó Koshka-; eres como cualquier otro miembro del Consejo, temeroso de arriesgarse por un bien común.
La plática se vio interrumpida por un rugido lejano, Xeón tomo a Koshka diciendo “te ayudaré, pero ahora tenemos que resguardarnos”. Los Dminges abordaban ya el conjunto 215. Xeón introdujo a Koshka a una cámara de digitalización virtual haciéndola desvanecer a la vista de los Dminges; esta vez el enemigo era mucho más numeroso, pero su objetivo era diferente –Xeón aguardó entre las sombras- esta vez, no lo querían a él, sino destruir su santuario; una vez logrando su objetivo los Dminges se marcharon. Xeón libera a Koshka y esta le reclama la falta de respuesta y cuestiona a Xeón por no hacer nada.
Él no dijo más que “necesitamos tiempo, ahora tenemos un poco”; Koshka asintió sorprendida por la serenidad de Xeón. Koshka fue conducida por la mano del Gurú entre brechas y cuevas que asemejaban un laberinto antiguo. Koshka se sintió conmovida, no conocía el lugar al que habían llegado y no obstante se sentía en casa; no lo podía creer, era un Conductor de Esencia, los creía inventados en cuentos para los Jovins. Ahí está tu repuesta –puntualizó Xeón-, Koshka sabía lo que tenía que hacer, se sentó y sonrió; acto seguido Koshka se encontraba lejos de Xeón en medio de la nada, o lo que podría serlo todo…
Xeón sabía que el tiempo comprado no sería suficiente, con esto en mente se dirigió de inmediato al Consejo Superior. Llegando allá se sorprendió con lo que encontró: El Canciller Aluk ofrecía un discurso preparando y animando al combate a los habitantes del Imperio de los 7 Soles (I7S), “Queridos hermanos de I7S, La Guerra Cósmica es un hecho y tenemos que pelear, por todo aquello que les importa: su familia, sus creencias, y sobre todo por sus ¡vidas!”.
Xeón preguntó frente a la gente: ¿Canciller, es entonces válida una guerra evitable? La guerra es inevitable – respondió Aluk-, puesto que es el camino a un bienestar constante.
Entonces el fin justifica los medios –replicó Xeón-, ¿qué hay acerca de todas las familias que dejarás desamparadas al perder a sus Líderes a raíz de la guerra?
Xeón, siempre has sido buen servidor del Emperador, te estima, lamentaría mucho que tus intereses confrontaran a los del I7S.
Xeón no dijo más, satisfecho con la duda que inculcó en el pueblo Estelar; se dirigió entonces hacia el Límite Principal, donde ya se encontraban los Seres Universales listos para la guerra. Xeón intentó conversar con ellos, con la idea de otorgar más tiempo a Koshka.
Coronel, envíe la Flota hacia el Límite Principal, con todo respeto Canciller, la Flota Estelar no está lista para el combate. Cada una de las naves está lista para pelear desde el momento en que termina su construcción – aseveró Aluk-; por lo tanto mi Flota está lista para pelear.
Hermano prometiste hacer lo que mejor me convenía, ¿Por qué me arrestas?; dije –respondió el Canciller Aluk- que haría lo mejor para ti, pero jamás dije que estarías de acuerdo.
El Imperio es débil, hermano –continuó el Canciller-; por lo tanto, la gente piensa que el Emperador y los Cónsules, y todos aquellos que lo componen también.
Tras esas palabras tan desalentadoras, los Dminges escoltaron fuera de la Sala Control al Emperador Möllew. Acto seguido el ultimátum de los Seres Universales apareció en la pantalla central, el Canciller ordenó hacer caso omiso al ultimátum y mandó a todos los miembros de la Flota Estelar a ocupar sus puestos. El Canciller se perdió entre sus pensamientos de orgullo y gloria, desoyendo cualquier pensamiento ajeno.
Möllew trataba de disuadir a sus captores: ustedes lo oyeron “el Imperio es débil,…y todos aquellos que lo componen”. Les llama débiles a ustedes una raza guerrera, Dminges libérenme... Pero los intentos fueron futiles, el Emperador fue encerrado en la Urna Magnética, donde no podía ser escuchado ni visto por nadie.
Xeón se encontraba ya en su último intento con los Líderes Universales: “sólo les pido finalmente un pequeño favor personal, otorguen una pequeña prórroga al Canciller para recapacitar”
Koshka se encontraba ya terminando el sacrificio, una lágrima resbaló sobre la mejilla de Xeón; el final para un principio. Todo se congeló, el tiempo y espacio se fundieron en uno solo, los Límites desaparecieron, el Universo entero se reacomodó, los Seres superiores retomaron su camino, Koshka se integró al Absoluto con una sonrisa eterna; Xeón suspiro: “Lugenia..."