12.15.2009

Ogenj

En un momento sordo dentro del bar, se escucha desde el malecón el llamado espiritual de un tambor, Sofija lo escucha con el corazón y sigue el eco que pareciera sólo ella puede escuchar. Abraão escucha el mismo llamado y sabe que es momento: para su público el espectáculo, para sus compañeros la atracción principal y para él, su viaje a otra dimensión.

La música que emana de 7 tambores entra al cuerpo de Abraão mientras éste se despoja de su playera y sus sandalias, quedando cubierto por un pantalón de manta y un par de pulseras en los tobillos. La música no la escucha, la siente, mientras se amarra las cadenas y Sehn prende sus extremos con un cerillo azul.

Sofija sigue el ritmo de la música de manera hipnótica, que se acompaña del soplar del viento y el compás de las olas que tenuemente acompañan la noche y saludan a su amada luna. Una bola de fuego se levanta sobre las pocas personas reunidas y Sofija confirma que ha llegado a donde quiere estar.

Abraão está en otro mundo: no escucha la música, pero baila con ella; no escucha a la gente, pero siente su respiración; el fuego no brota de las cadenas, sino de él mismo. El sonido envolvente del viento y el fuego se convierte en una sinfonía que lo extasía, su vista es negra y luz, sólo puede observar como su cuerpo de convierte en el núcleo de un átomo de plasma. Sólo siente como el fuego acaricia su piel sin quemarla, percibe como la música del tambor es inaudible para sus oidos pero no para las flamas.

Sofija encuentra su camino a la arena y encuentra su lugar frente a un extraño que la seduce sin verla. Las figuras efímeras que produce Abraão en su danza van quedando tatuadas en su alma.

Sus ojos brillan radiantes y esta luz despierta a Abraão de su trance. Abraão descubre entre la obscuridad una luz brillante y profunda, es una mirada perfecta y una sonrisa secreta.

El sonido de los tambores transmite climax, las flamas crecen cuando cruzan las miradas, los movimientos crean estelas que parecen congelarse en la ilusión del tiempo, el mar respeta humildemente este momento y deja callar sus olas.

Los tambores enmudecen, las llamas ceden...