8.08.2009

Vacha

Entran a la ciudad vestidos de olvido, disfrazados de héroes. El camino es más tierra que piedra y las gigantescas paredes se tornan infinitas a la entrada. Cruzando los enormes pilares se escucha el sonido ensordecedor del silencio de quien observa con duda. En los ojos de Marahd se dibuja un palacio de mármol inmortal, teñido en sangre y postrado sobre una ciudadela de maderas y paja.

La entrada al palacio, como el resto de las ventanas y puertas, no tiene puerta o ventanas: es un simple y magnífico portal a un mundo iluminado por la luz del sol y la luna, es mágico y no necesita ni una sola antorcha para ver. Es fresco como la brisa del lago en el día y cálido como la cueva del Dragón en la noche.

Los recibe Sfostk en el pasillo principal, donde algunos hombres toman las cosas y dos bellas doncellas acompañanan al resto del los hombres a sus habitaciones. Sfostk infiere una pequeña reverencia hacia Marahd y lo acompaña en silencio hasta la cámara del Rey.

Marahd! -grita el Rey- mientras lo abraza con gran efusividad e inmediatamente después solloza en una mirada profunda. Marahd asienta con la cabeza mientras en todo el castillo sólo se siente el sonido de las estrellas...

La luna mengua y avisa la llegada del enemigo, Marahd llama a Frals y lo envía a la muerte. Frals cabalga a todo galope armado sólo con sus dagas, su manopla de hierro en la mano derecha y una espada corta. Amanece con olor a sal y Frals llega a una playa desierta, donde no hay ordas enemigas sino una niña pequeña y hermosa, ojos café claro y cabellera de reina, largo y castaño.

La niña sonríe y en sus ojos se dibuja el miedo de Frals, ella dice: Mi nombre es Vacha.

Todo oscurece...