6.05.2009

Ela

Una sonrisa se esconde detrás de una pragmática mirada mientras el sol atraviesa las hojas de un viejo árbol y derrama su hipnótico paisaje sobre el pasto húmedo. Los dos observan y viajan más allá de la luz que parece pelear de forma erótica con las sombras.

Ziynsad acaricia suevemente la mano de su amada durante la muerte magnífica de un día que se fusiona con su manto celestial, la melodía de las difuntas estrellas envuelve un tono de misticismo sobre el recuerdo de dos amantes.

Huellas frescas delatan el camino hacia la vida, los pasos parecen bailar, como si se burlaran de quien los siga. El aroma a romance y las pisadas armónicas esconden el lugar exacto del momento. Distraen, no quieren ser encontrados jamás.

Ela reposa sobre el abdomen firme de Ziynsad, fluye con su respiración y su ritmo. Él la abraza con suavidad, platicándole con cada roce una historia de amor. Ela sospecha, reciente esas miradas coquetas, esas sonrisas escondidas, ella lo sabe.

Los dos despietan, en lugares opuestos, faltos de oxígeno, extasiados, en una ciudad eterna, se dan cuenta que soñaron lo mismo. Esperan unos días, se encuentran, se sonríen, no se hablan. En realidad no se conocen, pero se desean.